TALLER LITERARIO: El paraíso (Micaela Sethman, 2do 1ra)


Ahí estaba, tan hermosa como siempre, sonriéndome a lo lejos como si no pudiera acercarse a mí y yo debiera avanzar hacia su belleza convirtiéndola en una especie de línea de llegada al paraíso.
Su pelo largo y lacio caía por sobre sus caderas con gracia, mientras en efecto de la luz del sol su castaño claro iluminaba todo el lugar.
Como hipnotizado, caminaba hacia ella con lentitud, temiendo que al tocarla desapareciera y toda aquella blanca y suave niebla que nos rodeaba se desvaneciera alejándonos.


En el mismo momento en el que sus verdes ojos se encontraron con los míos, nuestra canción favorita comenzó a sonar mientras finalmente podía sentir su cuerpo en mis brazos para poder guiarla al ritmo de la música como habíamos hecho tantas veces en el pasado. Sus manos vagaban distraídamente por mi espalda haciéndome estremecer, mientras por mi parte disfrutaba de acariciar su cintura observando unos metros más allá a mis padres que me sonreían y lloraban al verme feliz y enamorado.
La niebla comenzó a ser cada vez más intensa, y logró que mis padres desaparecieran y aquella hermosa mujer de treinta años que bailaba junto a mí, se convirtiera en una nena de apenas diez años, que corría por un campo de margaritas disfrutando de la brisa en la que la niebla se había convertido. Al verla tan sonriente y divertida, decidí correr detrás de ella para en mi carrera tomar un margarita dispuesto a colocársela en su lacio y corto cabello, pero al agacharme para tomar la flor, descubrí lo flaquitas y cortas que eran mis piernas, lo cual  justificó que no pudiera alcanzarla.
Renata comenzó a dar vueltas cada vez a una velocidad más intensa, mientras finalmente desistía de alcanzarla y me quedaba quieto observándola con un par de margaritas en mi mano, pensando que no podía ser más linda.
-Renata… ¿Qué quéres ser cuándo seas grande?- Le pregunté cuando comenzó a rodar sobre los pastos y las flores, cansada de tanto girar.
-Bailarina- Me respondió con su inocente voz de nena y cuando finalmente llegué a su lado para acostarme junto a ella con nuestras manos entrelazadas, descubrí que quien descansaba conmigo era una mujer de veinte años que con su traje de bailarina reposaba luego de su primer concierto en un teatro importante.
La noción del tiempo desapareció y de pronto comencé a preguntarme si habrían pasado años, siglos, milenios o unos simples segundos mientras callado e inmóvil la observaba jugar con sus manos y memorizaba cada detalle de su ajustado y precioso traje.
-¡¡Papá!! ¡¡Papá, volviste!!- Aquel eufórico grito me recibió acompañado de un intenso abrazo que la pequeña Renata me regaló subiéndose a la camilla en la que estaba acostado para poder abrazarme con fuerza.
-Hola, mi amor- La saludé acariciando su largo y castaño cabello, dejé un fugaz beso en su cabeza y entendiendo en cada segundo qué pasaba que aquel reencuentro que había tenido con su madre había sido lo que había buscado al dejar que mi automóvil cayera del puente en el que le había propuesto casamiento a mi bella Renata.
-Prometeme que nunca más vas hacer algo así, que no me vas a dejar como mamá- Me pidió llorando al oído mientras se aferraba aún más a mí.
Sus palabras hicieron aparecer instantáneamente lágrimas en mis ojos, pero a pesar de sentirme un tanto culpable y otro tanto débil continúe acariciando su pelo sabiendo que no había tomado la decisión equivocaba y que todo valdría la pena si volvía a tener a la mujer que más había amado en mi vida e incluso después de su muerte amaba más que a la hija que juntos habíamos tenido.
El avión despegó, Renata me saludó desde la plataforma llorando y lo único que pude darle como despedida fue un beso lanzado al espacio.
Nunca voy a poder olvidarme de su rostro ni de su ternura, pero tampoco nunca voy a arrepentirme de haberme subido a aquel avión que explotó en mil pedazos y terminó perdido en el océano porque ahí estaba tan hermosa como siempre sonriéndome a lo lejos como si no pudiera acercarse a mí y yo debiera avanzar hacia su belleza convirtiéndola en una especie de línea de llegada al paraíso…


(Texto producido en el marco del taller literario que dicta en el colegio todos los sábados la profesora Eva del Rosario)

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